viernes, 20 de noviembre de 2009

Noche Electrizante en La Paternal

Día de semana, no hay nada mejor que luego de un arduo día hábil de trabajo, tomarse una sobredosis de fútbol, para esto jugaban Argentinos Juniors y el alicaído River de Leonardo Astrada.
Era jueves a las siete y veinte de la tarde cuando con mi amigo Iair nos dispusimos a salir hacia el estadio Diego Armando Maradona ubicado en el barrio porteño de La Paternal. Salimos a la calle y notamos que el calor era agobiante, pero sin importar esto, fuimos hacia la parada del 135 y luego de unos pocos minutos este llegó y emprendimos viaje. Dentro del colectivo pudimos notar unos pocos hinchas millonarios que escuchaban melodías de reguetón y siempre sedientos de alcohol. El trayecto era relativamente corto, por lo tanto a los quince minutos tuvimos que descender, pero eso si, para entrar a la tribuna debimos caminar varias cuadras, en las cuales pudimos observar grupos de personas emulando ser simios o algún tipo de primate cantando sin remera y agitando esta como si fuesen molinos de viento, sufrimos un control de alcoholemia debido a nuestra inminente cara de borrachos y luego de varios cacheos y cruces con algunos personajes característicos del tablón, logramos entrar al complejo deportivo.
Era una pequeña cancha, con forma de herradura debido a la faltante de una de sus tribunas cabeceras y con altos alambrados para así generar un efecto de jaula para los simpatizantes. Logramos ubicarnos en el centro de la cancha casi en lo más alto de la estructura de cemento cerca del equipamiento lumínico, por lo cual, en conjunto con el extremado calor, los insectos no tardaron en aparecer. En estos momentos previos al partido notamos un heladero, bastante simpático, el que logró sacarme una sonrisa diciendo “Helado de Limón, Frutilla, Durazno, Melón, Marihuana granizada con dulce de leche”, “super oferta, uno por cinco y dos por diez” y por ultimo “Atención, Atención, últimos cuatro mil” todo acompañado de una teatralización la cual era digna de un aplauso.
Ya se hacia la hora del comienzo del encuentro y estábamos parados y apretados, no cabia ni un alfiler, detrás mio, casi pegado, un simpatizante comenzó a expresar como una oración divina al cielo muy efusivamente diciendo “Que llueva birra loco, que llueva birra” notando la cantidad de rayos que electrificaban la noche en Paternal.
Los equipos salieron a la cancha y un grupo de simpatizantes, más que simpatizantes barrasbravas, entraron sobre la hora haciéndose un lugar sobre los paraavalanchas en los cuales iban a hacer la famosa “fiesta” en las tribunas. Me encontré con un panorama en el que detrás tenia un hombre aproximadamente de treinta años, con la voz ronca y sin remera, intentando hacer “efecto dominó” intentando empujarme hacia abajo, este mismo estaba con unos amigos que como buenos argentos, luego de poder ubicarse salieron corriendo al baño debido al exceso de liquido alcohólico, más específicamente el que posee malta, que habían injerido antes de entrar al establecimiento. A mi izquierda un señor gordo estaba entrenando para el campeonato mundial de insultos y delante mio tenia a un individuo hiperactivo que no paraba de moverse. Entre tanto bullicio, el partido comenzó.
El equipo local comenzó atacando con tiros de larga distancia y centros pero luego se equilibró el partido haciéndose friccionado en mitad de campo, el juego de ambos equipos no era bueno, lo más desequilibrante se pudo ver del lado millonario en los pies de Diego Buonanotte que aproximadamente diez minutos antes de la finalización de la primera mitad puso el uno a cero luego de una habilitación de Ariel Ortega.
Ya en el entretiempo se notó la inquietud de la gente, principalmente por el simpatizante que tenia delante sufría de hiperactividad, entonces siempre se las rebuscaba intentando moverme mientras hablaba con sus amigos de tribuna. A todo esto me pude sentar y noté que el hombre que se había interpuesto entre mi amigo y yo andaba con ganas de revivir esos días en los que se amanecía con el humo proveniente del delta del Paraná, entonces para revivir esos días, no tuvo mejor idea que molerse unas hiervas, parecidas a las de un paquete de yerba Taraguí y colocarlas en un envoltorio el cual fue prendido fuego en una de sus puntos para luego aspirar todo su contenido.
Entre pitadas y empujones los equipos volvieron a la cancha y el árbitro dio la orden para que continuara el cotejo.
Este siguió de la misma manera inclinándose un poco la cancha para el arco de los de La Paternal pero nunca llegando a tener un dominio claro de la acción. Así fue que Argentinos Juniors comenzó a arrimarse al arco del equipo millonario generando situaciones de riesgo, pero en una contra, a falta de quince minutos para el fin del partido, Mauro Diaz pone una pelota para el recién ingresado Rosales y este decreta el dos a cero que parecía definir las acciones. Pero Argentinos no se quedó en el molde y siguió atacando hasta que debido a una mano de Almeida dentro del área, Néstor Ortigoza convirtió el penal que decretaba el dos-uno final.
La gente no paraba de saltar y cantar, sentían la necesidad de derrumbar la estructura, un joven, que al parecer no estaba en su sano juicio, se subió a un parapeto en la parte superior de la tribuna en la cual salto intentando matar la plaga de ratas que corría por ese sector.
Así fue como luego de una noche de fútbol y truenos, River volvió al triunfo despertando la alegría más primitiva de los hinchas.