martes, 8 de septiembre de 2009

El uniformado y el humilde niño

Eran las siete de la mañana de un domingo en General Rodríguez, las calles estaban desiertas, el sol asomaba tenuemente por entre los árboles, se notaba que iba a ser un hermoso día.
Allá por el humilde pueblito de Los Naranjos, Fede se despertaba muy alegre, iba a ser un día especial para el, un día que nunca iba a poder olvidar, con tan solo ocho años iba a ir por primera vez a la cancha. Esa mañana fue a la cocina a desayunar, tomó su mate cocido con tostadas y se vistió para salir a hacer un par de tareas en el almacén de Don Julio que quedaba enfrente de la casa de su vecino.
Al llegar aquí, Don Julio le encargó que entregase cinco pedidos a diferentes casas, Fede sin ninguna objeción, se subió a su bicicleta con cinco paquetes bastante pesados y comenzó a pedalear. Anduvo durante una hora entregando los pedidos a la gente que se acababa de levantar y esta le daba un dinero más una propina. Ya de regreso en el almacén, le entregó el dinero a su jefe, este le pagó lo que le tenia que pagar y se fue caminando para su casa para así, ya que se aproximaba el mediodía, poder almorzar.
En su casa, su madre estaba preparando un guiso con todas las sobras del día anterior, a pesar de que no era abundante y que estaba un poco frío, lo pudo saborear y quedar satisfecho para luego arroparse para luego ir a ver al equipo de sus amores.
Ya estaba listo, se había puesto su camiseta favorita, un gorrito y un pantalón todo con los colores de su equipo se dirigió hacia la parada del colectivo que lo condujera al estadio municipal para ver el partido.
En el colectivo se topó con un montón de personas que iban cantando y saltando, esto le produjo un poco de miedo ya que cada tanto recibía algún que otro golpe, apenas podía agarrarse de algo que lo sostuviese firme, la gente cantaba sin cesar mientras tomaban cerveza y alguno que otro fumaba. En una esquina cerca del estadio el colectivo se encontró con otro lleno de hinchas rivales, ahí los insultos comenzaron a sonar pero no pasó a mayores, ya llegando a destino, se subió un policía y les dijo a todos que se bajen porque hasta ahí llegaba el recorrido.
Así fue que caminó unas seis cuadras hasta la boletería, aquí se dispuso a comprar su entrada pero surgió un inconveniente, le faltaban unos pocos centavos para llegar a los diez pesos que lo depositasen dentro de la recinto, entonces no tuvo otra opción que comenzar a pedir. Le rogó a un señor que salía de un negocio pero este no le hizo caso, le pregunto a una señora que pasaba por una cabina telefónica pero esta contesto con un “no tengo” y por ultimo le pidió a un joven que salía de comprar su entrada y este con un “esta bien” le entregó las monedas que le faltaba, así que se dirigió a la primera ventanilla y compró su popular.
A unos veinte metros se encontraba la puerta que lo depositaria dentro del coliseo deportivo, así fue que Fede caminó alegremente hasta allí, hizo la fila que correspondía, le entregó el boleto al hombre que controlaba y entro al establecimiento, subió las escaleras y se encontró con algo emocionante, un viento lo estremeció, vio un universo de gente saltando y gritando por su equipo, todos tirando para un mismo lado a la espera del encuentro.
Se acomodó casi en el centro de la tribuna de cemento y esperó, mientras tanto la gente comenzaba a amontonarse, cada vez era más la gente que entraba entonces su visión quedó totalmente obstaculizada, así fue que intento moverse para un lado y para el otro pero no pudo lograr nada.
Ya cuando faltaban pocos minutos para el comienzo del cotejo Fede encontró un lugar por donde escabullirse, bajó varios escalones y quedo junto al alambrado que lo separaba del campo de juego, ahí iba a poder disfrutar el partido, y a los pocos segundos salieron los jugadores. Era increíble lo que veía, un montón de papeles y serpentinas invadieron el césped, instrumentos de percusión hacían retumbar las paredes de la imponente estructura y todos levantaban las manos como si estuviesen arrojando algo reiteradas veces, luego de todo este espectáculo, comenzó el primer tiempo.
Su equipo atacó constantemente durante los primeros veinte minutos hasta que el rival pudo conseguir el dominio del balón, ahí se equilibro el nivel de juego, los dos equipos se disputaban la pelota en mitad de cancha con gran fiereza hasta que el cinco tomó el esférico, esquivó a tres jugadores y pateo desviado al arco, luego el arbitro decretó el entretiempo.
Durante este el sol generaba una agradable temperatura y el cielo estaba nublado lo cual creaba las condiciones ideales para disfrutar el complemento. Fede se encontraba sentado junto a la pared que sostenía el alambre, mientras la gente pasaba frente a él, algunos comentando el partido y otros simplemente saludándose entre amigos.
Así fue como empezó el segundo tiempo, la pelota se volcaba de un lado al otro de la cancha con situaciones de gol pero nadie lograba concretar, los minutos pasaban y el nerviosismo en el publico se acrecentaba hasta que faltando dos minutos para el final, el arquero de su equipo es expulsado por cometer una infracción fuera del área, entonces la gente supuso lo peor, al arco entró el seis, el ejecutante se dispuso a patear, acomodó la pelota y disparó, el tiro golpeó la barrera fuertemente y la pelota le cayó al nueve, este amagó a un defensor rival y corrió unos interminables cincuenta metros hasta la portería contraria, los hinchas estaban al borde de la locura, conteniendo la respiración, a la espera de la definición, el delantero pasa al arquero y convierte para el delirio de la masa.
La gente gritaba, saltaba y hasta lloraba de emoción, el árbitro pitó el final del encuentro y ya la demencia era total, los jugadores se acercaron a la tribuna general a festejar, en ese momento fue que Fede encontró un agujero en el enrejado y casi sin pensarlo, se metió en el verde césped. Su aparición pasó desapercibida por los efectivos de seguridad, Fede saltaba junto a los futbolistas, de tanta alegría se encontró junto al nueve y este lo miró con ternura, se vieron por unos segundos donde pensó en pedirle la camiseta, meditó por unos segundos y se la pidió, el delantero se la dio junto con un beso y un abrazo. Fede moría de emoción, era el mejor día de su vida, la estrella que el amaba le entregó lo más preciado que tenia, se fue caminando hacia la salida, pero, cerca de los bancos de suplentes, un aficionado se le acercó y le sacó la remera casi como diciendo “esto me pertenece”, las lagrimas se hicieron presentes en su rostro, lloraba desconsolado, ahí fue que un hombre de seguridad que vio el desagradable acto, por primera vez, se puso del lado del más débil, su trabajo era el de evitar que el publico ingrese al campo de juego, sin embargo, en un acto muy noble, se le acercó al abusador de poder y le pidió la camiseta, este se la dio y luego se la devolvió al niño diciéndole “Tomá, esto es tuyo” , se abrazaron fuertemente con un amor casi paternal, los dos lloraban, el policía estaba orgulloso de su acto y el chiquillo agradecido.
Luego Fede se detuvo, por un segundo, a contemplar la inmensidad del estadio, se sentía un punto diminuto entre tanta muchedumbre. Ya era hora de que la gente se fuera, entonces nuestro personaje, saltando, salió con su camiseta y con la alegría de un día memorable por el túnel inflable.

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